lunes, 18 de agosto de 2008

MARÍA, SIGNO DE ESPERANZA


Por. P. Eugenio Natalini

La Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo es una de las fiestas más populares entre el pueblo cristiano. La Asunción de María es un NO rotundo a la muerte; es el anuncio de algo que nos atañe a todos. La Asunción es el grito esperanzado de todos los creyentes. Y este grito es, a su vez, el eco de aquel anuncio portentoso: Cristo ha resucitado del sepulcro; no busquen al vivo entre los muertos (cf. Lc 24,5).

La Asunción de María está vinculada a la Resurrección de Jesús. Por eso nos dirá San Pablo: "Por Cristo todos volverán a la vida. Primero Cristo como primicia; después, cuando vuelva, todos los cristianos…" (I Co 15,23). María se nos ha anticipado en esta resurrección gloriosa, que nos espera a todos sus hijos. Es natural que la Madre preceda a los hijos y es natural también que Jesucristo, el más amante y cariñoso de los hijos, no haya permitido que se desmoronase en el sepulcro aquel cuerpo inmaculado de mujer, a la que nunca la rozó ni la mancha más ligera. Por tanto, hay futuro para todos. En Cristo ya se cumplió; en María igual. Quedamos nosotros, y nuestra fe nos da la absoluta certeza de que un día viviremos como seres glorificados. Se cumplirán al pie de la letra aquellas palabras de Jesús a sus Apóstoles: "quiero que donde yo estoy, estén ellos también y contemplen mi gloria…" (Jn 17,24).

Es consolador que nuestro cuerpo florecerá algún día del polvo de la tierra. En estos tiempos, en que damos tanta importancia al cuerpo y lo perfeccionamos con el deporte y el contacto asiduo con la naturaleza, es hermoso pensar que este cuerpo nuestro será un día colmado de gozo hasta no poder más. Miremos nuestro cuerpo con esa mirada profunda que ve en él un templo del Espíritu Santo una cercanía a los hermanos y una huella clara de la infinita sabiduría de dios que ha sabido hacer algo tan sencillo y al mismo tiempo tan complicado, tan variado y a la vez tan armónico. ¿Qué podríamos hacer sin el cuerpo? Gracias a él podemos sonreír a una persona triste, podemos estrechar con cariño la mano de un amigo, podemos ayudar a llevar una carga, etc., etc.

Los Cristianos del Siglo XXI necesitamos con urgencia una teología del cuerpo. Ya tenemos los dos modelos más perfectos; el cuerpo glorificado de Cristo y el de la Virgen María. María es el futuro del hombre; es de antemano lo que seremos un día nosotros; María nos precede. Ella fue ya concebida en aquel estado de gracia que nosotros conseguimos, después de nacer, con el Bautismo. Ella es el primer fruto de la Redención de Jesucristo, el fruto más hermoso de la creación; María fue "rescatada" por Jesucristo, pero de un modo singular; no permitió el Señor que el pecado la rozara; María ha sido siempre "llena de Gracia". María es símbolo de la Iglesia peregrina y también de la Iglesia triunfante, que se refleja en esa bellísima imagen de una Mujer cuyo vestido es el sol, cuyo calzado es la luna y cuya diadema son doce estrella que simbolizan el pueblo elegido con las doce tribus y el pueblo cristiano con los doce Apóstoles. La Asunción de la Virgen es una invitación a poner nuestros ojos y nuestro corazón en el cielo. Y esto no es en modo alguno evasión o escapismo; es esperanza; la esperanza de un pueblo que camina alentado por el mejor de sus miembros, MARÍA, que llegó ya a la meta.

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