jueves, 11 de septiembre de 2008

Nuestra Señora de Coromoto
Patrona de Venezuela
Fiesta: celebrada tres veces al año, el 2 de febrero y el 8 y 11 de septiembre.

A la llegada de los españoles a la región de Guanare, hacia el 1591, un grupo de indios de la tribu de los Coromotos decide abandonar su tierra y huir hacia el río Tucupido, porque no quieren nada con los blancos ni con la religión que ellos traen. Cincuenta años después los indios, que siguen sin convertirse al Evangelio, viven en un poblado no muy distante de la villa de los españoles; ambos grupos viven en armonía, pero permanecen aislados entre sí.

Estando así las cosas, una mañana del año 1651, el cacique de los Coromotos, junto con su esposa, contempla asombrado una extraordinaria visión. En la quebrada del río Tucupido, sobre la corriente de las aguas, una hermosa señora los está mirando con una amable expresión en su rostro; el pequeño niño que lleva en sus brazos también les sonríe plácidamente. La misteriosa señora llama al cacique y le ordena: "Sal del bosque junto con los tuyos y ve donde los blancos para que reciban el agua sobre la cabeza y puedan entrar en el cielo".

El cacique impresionado por lo que ha visto y oído, decide obedecer a la bella señora y marcha con su tribu para ser instruido en la religión cristiana. Sin embargo, el indio, acostumbrado a la libertad de los bosques no puede adaptarse al nuevo régimen de vida y junto con su familia, se vuelve a su aldea en la selva. La señora se aparece nuevamente, esta vez en la modesta choza del indígena; y aunque la Virgen se presenta rodeada de un aura luminosa cuyos rayos inundan de fuego todo el bohío, no logra conmover al cacique que, enojado, trata de echarla y hasta llega a tomar sus armas con la clara intención de amenazar a la amable señora. Siempre sonriente, la Virgen avanza suavemente hacia el cacique y cuando este extiende con ira su mano para atraparla, ella desaparece ante su vista. En el puño cerrado del indio coromoto quedó una pequeña estampa en la que ha quedado impresa la imagen de la Señora.

El mal ejemplo es un obstáculo para que otros encuentren la verdad sobre Jesucristo. Siempre ha sido así. No por eso la verdad cambia. ¡Cuantos se han separado de la Iglesia por el mal ejemplo de un sacerdote o de alguien que está identificado con la Iglesia!. ¡Que gran responsabilidad tenemos los cristianos al ser embajadores de Cristo! Debemos al mismo tiempo recordar que nuestra fidelidad a la Iglesia se fundamenta en Dios que nunca falla. Cuando vemos el pecado ajeno, en vez de separarnos de la Iglesia, debemos examinar nuestro propio comportamiento que es por el que seremos juzgados. Pero que difícil es eso cuando nunca se ha conocido a Jesús, como en el caso de los indios. ¿como pueden llegar a distinguir entre los católicos malos y la verdad de su religión?. Por la dificultad de ello es que viene la Virgen a Venezuela, y con su amor de madre lleva a los indios a superar el obstáculo de las diferencias culturales y a recibir por la Iglesia a Jesús.

La Virgen de Coromoto es una diminuta reliquia que mide 27 milímetros de alto por 22 de ancho. El material de la estampa pudiera ser pergamino o "papel de seda"; la Virgen aparece pintada de medio cuerpo, está sentada y sostiene al Niño Jesús en su regazo. Su apariencia es de ser dibujada con una fina pluma, trazada como un retrato en tinta china a base de rayas y puntos.

La Virgen y el Niño miran de frente; erguidas sus cabezas coronadas. Dos columnas unidas entre si por un arco forman el respaldo del trono que los sostiene. La virgen cubre sus hombros con un manto carmesí con oscuros reflejos morados. Un blanco velo cae simétricamente sobre sus cabellos cubriéndolos devotamente. La túnica de la Virgen es de color pajizo y la del niño es blanca como su velo.

La imagen se muestra a la veneración de los fieles protegida dentro en una riquísima custodia. El 7 de octubre de 1944, a petición de los obispos de la nación, Pío XII la declaró, "Patrona de la República de Venezuela" y su coronación canónica se celebró al cumplirse los tres siglos de la aparición, el 11 de septiembre de 1952.

El Emmo, Sr. Cardenal Arzobispo de la Habana, Manuel Artega y Betancourt, coronó la sagrada imagen de Nuestra Señora de Coromoto en representación del Papa Pío XII. Los venezolanos celebran a su patrona en tres ocasiones cada año, el 2 de febrero y el 8 y 11 de septiembre. El Santuario Nacional de la Virgen de Coromoto, lugar de encuentro de grandes peregrinaciones, fue declarado Basílica por S.S. el Papa Pío XII el 24 de mayo de 1949.




Mensaje de S.S. Pío XII con motivo de la Canónica y Solemne coronación de Nuestra Señora de Coromoto como Celestial Patrona de Venezuela

Venerables Hermanos y amados hijos, católicos venezolanos, que en la linda Guanare asistís conmovidos a la solemne coronación de vuestra Excelsa Patrona, Nuestra Señora de Coromoto:
Si siempre fue un espectáculo altamente atrayente y conmovedor el ver a una madre circundada por el amor y la devoción de sus hijos; ¿cuánto más lo será cuando, como en las circunstancias presentes, se trata de todo un gran pueblo que, no contento con haberse colocado hace diez años bajo el poderoso patrocinio de su Madre del cielo, anhela ahora exteriorizarle su acendrada piedad y su auténtica sumisión, colocándole en las sienes una preciosa corona y aclamándola como a su Reina y natural Señora?

Y es que este pueblo ha comprendido lo que significa la Virgen Santísima en la historia de las naciones!

Imposible sería ni pergeñar siquiera, prescindiendo de su dulcísimo Nombre, la de vuestro inmenso continente cuya ruta encontró con gesto audaz la ruda proa de una nao que se llamaba precisamente «Santa María» y en un día consagrado a la Virgen del Pilar; cuyo primer nombre, en la piadosa e ingenua lengua de sus descubridores, fue «Archipiélago del mar de Nuestra Señora»; y cuyas playas hollaron por primera vez aquellos esforzados campeones que, bajo el hierro de las armas, escondían un corazón tiernísimo, amante de su Madre celestial, come lo fue vuestro Alonso de Ojeda, el hombre que llevaba siempre consigo una imagen de la Reina de los Ángeles y que iba dejando su recuerdo —al incorporarlos al mundo— en las denominaciones de los pueblos y ciudades, de las cimas de las montañas y de los puertos de vuestra nación, una nación eminentemente mariana.


Porque ésta es efectivamente, venezolanos queridísimos, una de vuestras más fúlgidas glorias. Canten unos la belleza de vuestras gigantes cimas, de donde se despeñan abundantes y caudalosos ríos que, atravesando ora las interminables llanuras de suaves y sabrosos pastos, ora las tupidas forestas ricas en toda clase de maderas preciosas, van a desembocar en las feraces tierras del próspero litoral o a mezclar sus aguas con las del imponente Orinoco; celebren otros la suavidad perenne de vuestro cielo, lo templado de su clima o la buena y amable condición de vuestra gente; pondérese justamente la riqueza que el Señor ha escondido en vuestro suelo o el alto ingenio de vuestros hijos, que tan ilustres nombres —un Mariano de Talavera, un Andrés Bello— han dado a la Iglesia y a la cultura de toda la América hispánica; para Nos, especialmente en estos momentos, Venezuela será siempre la tierra de la Virgen y, al recorrerla con la imaginación, lo que nos vendrá al recuerdo será la Maracaibo de Nuestra Señora de Chiquinquirá, más al sur la Tariba de Nuestra Señora de la Consolación, hacia el centro la Valencia de la Virgen del Socorro, todavía más allá Nueva Barcelona con su Virgen del Totumo, y como capital, Caracas con sus santuarios de la Merced, de Altagracia y de la Soledad, para citar solamente los primeros que se nos vienen a las mientes. Y todavía, si del continente quisiéramos saltar a las islas nos saldrían a esperar, en la isla Margarita, las torres del templo de Nuestra Señora del Valle.
Pero hay un rincón escogido, al borde de los Llanos y a la sombra de la imponente sierra de Mérida, que la Madre de Dios prefirió entre todos. Estamos en los primeros capítulos de la colonización, segunda mitad del siglo dieciséis. Juan Fernández de León —una recia personalidad donde una vez más se hermanan las ansias expansivas y apostólicas de España y Portugal— funda la «Ciudad del Espíritu Santo del valle de S. Juan de Guanare». El Evangelio parece que penetra con buenos auspicios en nuevos e inmensos territorios; pero hay un alma rebelde y es precisamente la que más interesa conquistar. Es ahora la mitad del siglo diecisiete cuando, para acabar de vencer todos los obstáculos, florece el prodigio. Sobre las aguas tranquilas que corren hacia el fondo de la quebrada —según narra la tradición— una hermosa Señora invita repetidamente a la sumisión y al bautismo. Y cuando tras la rebeldía estalla la violencia entre las manos airadas del que no quería rendirse a la gracia queda esa imagen —vencedora al fin— de Aquella que sabe siempre ganar para gloria suya y provecho nuestro.

El resto de la historia, hasta llegar al gran Santuario Nacional de principios del siglo pasado y hasta ese precioso relicario de hoy, lo sabéis perfectamente, aprendido acaso en el regazo de quien os dio la vida, y conservado entre los más amables recuerdos de una infancia lejana, cuando apenas erais capaces de retener más que la idea central, la misma que esa preciosa joya simboliza: una Venezuela idólatra. transformada en un país cristiano por la intervención maternal de María Santísima; cosa que, como muy bien ha dicho vuestro Episcopado, es «gloria que enaltece y anima vuestra piedad y prenda de maternal amor que empeña la gratitud nacional».


¡Aclamadla, sí, aclamadla, amadísimos venezolanos como medio principal de que la divina providencia se valió para llevaros el beneficio inestimable de la fe! Pero quienes va la poseéis, los que os decís hijos de una nación católica, corred ante su trono de amor y de gracia pidiéndole que os la conserve y os la consolide, libre de las influencias malsanas que buscan ponerla en peligro.
Pedidle que la Iglesia, fundada por su Divino Hijo para salvación de vuestras almas, pueda hacer llegar a todas partes el beneficio inestimable de la educación cristiana sin trabas de ninguna clase; que la familia, célula fundamental de toda sociedad, se salve de la carcoma que la corroe, manteniendo intactas su santidad y unidad; que la caridad de Cristo triunfe en las relaciones sociales haciendo llegar a todos los beneficios del justo progreso y del razonable bienestar; que no arraiguen jamás en el pródigo terruño venezolano doctrinas extrañas, especialmente aquellas que ofenden a Ella y a su precioso Hijo negándoles las más excelsas de sus prerrogativas; y que, reconociendo todos su verdadera maternidad, todos se sientan hermanos en Jesucristo, hijos de un mismo Padre que está en los cielos, que pueden y quieren vivir en paz, para dar al mundo, agitado por el odio y por la violencia, el ejemplo de una nación que sabe gozar de los beneficios de la fraternidad cristiana.

¡Hazlo así Tú, Madre amorosísima de Coromoto, Reina del pueblo venezolano, que te dignaste honrar con tu presencia, salvaguardia invencible de su fe! Y escúchalos cuando te cantan : «No permitas que sucumba / nuestra patria en la tormenta ; / la fe de nuestros mayores / en sus ámbitos renueva».

Con estos sentimientos y estos deseos, encomendándoos a vuestra Madre y Reina, os bendecimos, amados hijos: a Nuestro dignísimo Legado, a Nuestros hermanos en el Episcopado, a todo el pueblo venezolano y a cuantos, de una manera o de otra, oyen Nuestra voz, que quiere ser siempre pregonera de Nuestro amor de Padre y testimonio de Nuestra devoción filial a la augusta Reina de los cielos.

Estado Ciudad del Vaticano, en la madrugada del 11 al 12 de septiembre de 1952.



"Nuestra Señora de Coromoto" es una advocación mariana de origen venezolano.

La historia de esta advocación mariana data de un hecho que según la leyenda, ocurrió en las selvas de Portuguesa, Venezuela, el 8 de septiembre de 1652, donde la Virgen María se le habría aparecido al indio Coromoto, cacique de los indios Cospes, pidiéndole que tanto él como su gente se conviertan y se bauticen. Según la tradición oral, el cacique le relató lo sucedido a su encomendero, don Juan Sánchez, varios indígenas cospes se convirtieron y se bautizaron, pero no el cacique, quien se quedó solo en la selva, la Virgen se le aparece otra vez, y Coromoto, enceguecido por la ira, alza su brazo para agarrarla y desaparece, la aparición se materializó en una estampilla hecha de fibra de árbol (esta misma imagen se venera hoy en Guanare).

Cuenta la leyenda que Coromoto es mordido por una serpiente venenosa y vuelve a Guanare, herido y a punto de morir, comenzó a pedir el Bautismo, y al bautizarse, se convierte en apóstol y rogó al grupo de indios cospes rebeldes que estaba bajo su mando, que se bautizaran.

Meses después, Coromoto, ahora con el nombre cristiano de Ángel Custodio, muere en buena vejez. El Papa Pio XII en 1950, la declaró Patrona de Venezuela y el Papa Juan Pablo II la coronó en su visita al Santuario mariano en Guanare.



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