lunes, 25 de agosto de 2008


Jesús y la Iglesia
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz



CAMINEO.INFO.- El Evangelio de Mt. 16, 13-20, nos presenta lo que podríamos llamar lo decisivo en la predicación de Jesucristo. El no vino a traernos una doctrina más, sino una vida nueva que procede de Dios; para esto he venido nos diría. El texto del evangelio se refiere al diálogo de Jesús con sus discípulos, en el que les pregunta de un modo directo quién es él. “Quién soy Yo para ustedes? Frente a las primeras respuestas evasivas de los apóstoles, él les insiste, y aquí aparece, finalmente, la respuesta-confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. En este diálogo con el Señor, y en la respuesta que demos, se juega lo central de la vida cristiana.

Recuerdo que Aparecida, buscando elevar el nivel y el compromiso de los cristianos como “discípulos y misioneros” del Evangelio nos dice, tomando una cita del Santo Padre: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Ap. 243). Somos cristianos en la medida que vivimos de este encuentro con Jesucristo. Este encuentro, por otra parte, no es un adjetivo más, algo exterior que usamos, no es una etiqueta, sino que debe llegar a lo más profundo de nuestra vida para que sea verdaderamente un principio de cambio y vida nueva.

Si Jesucristo pasa a ser una idea más junto a otras, sino llego a una opción personal, es señal que aún no me encontrado con él. Esto no significa que este encuentro postergue o anule otras relaciones o personas, pienso en la familia, amigos, vida política, trabajo…. Por el contrario, su presencia las ilumina, purifica y preserva. San Pablo les decía a los primeros cristianos “todo es vuestro”, todo les pertenece, pero agregaba “ustedes son de Cristo”. Esto significa que hay un modo cristiano de vivir todos los aspectos de la vida, sea personal, social, laboral o político. Es cierto, el encuentro con Jesucristo, que me lleva a la conversión, implica un no decidido a todo aquello que se opone al Evangelio.

Dónde encontrarnos hoy con Jesucristo?, puede ser la gran pregunta. La respuesta es, lógicamente, dónde él y cómo él ha querido quedarse. En el final del relato del evangelio que hemos leído, luego de la confesión de Pedro, Jesús le dice: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré la Iglesia”. Jesucristo quiso fundar una Iglesia. Por ello decimos con confianza: ¡La Iglesia es nuestra casa! Ella es lugar de encuentro con Jesucristo, donde él permanece vivo a través de su Palabra, la oración, los sacramentos, la misma comunidad de la cual formamos parte. Decir yo soy la Iglesia es correcto. Como vemos Jesucristo permanece cerca de nosotros y quiere caminar junto a nosotros, sólo necesita que le abramos la puerta de nuestro corazón.

Queridos amigos, deseándoles una feliz semana en compañía de sus familias y amigos, reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

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