jueves, 28 de agosto de 2008

MIRAR COMO CRISTO

Un año más Jesús, el Señor, ha caminado por nuestras calles, invitándonos a creer en su amor por nosotros. Hay dos actitudes que ayudan a recrear en el corazón del creyente la respuesta a ese amor: desear a Dios y aprender a mirar como Cristo.

Desear a Dios: San Agustín dijo una vez que nuestra vida es un ejercicio del deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar a Dios en nuestro ser. "Toda la vida del cristiano fervoroso —dice— es un santo deseo". "Dios —dice también san Agustín—, es todo lo que deseamos" (cf. Tract. in Iohn., 4). Ojalá que comencemos realmente a desear a Dios, para desear así la verdadera vida, el amor mismo y la verdad. (Benedicto XVI. Audiencia General, 21.2.2007).

Aprender a mirar como Cristo.
<<>terminó un poco tarde, y llegaron retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos.De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión...Todos menos uno.
Este se detuvo, respiró hondo y experimentó un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde. Luego regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo.La sorpresa fue enorme al darse cuenta que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado, y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: Toma por favor estos cien pesos por el daño que hicimos. “¿Está bien?”.
Ella, dejando de llorar, asintió con la cabeza. Él continuó diciéndole: “Espero no haber arruinado tu día”. Conforme el vendedor empezó a alejarse la niña le gritó: “Señor...”. Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: “¿Es usted Jesús....?” .Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: “¿Es usted Jesús?”.>>. José Martínez Colin. Radio Oriental. Montevideo-Uruguay.
PEREGRINACIÓN O TURISMO RELIGIOSO I

Prof. Dr. hab. Maciej Ostrowski
Pontificia Academia de Teología,


El intento de una definición terminológica



La genealogía de la peregrinación es más larga que la historia de la Iglesia, siendo probablemente anterior a la historia del pueblo elegido del Antiguo Testamento. Podemos afirmar que la peregrinación no forma parte únicamente del cristianismo. Incluso los creyentes de otras religiones peregrinaban y siguen peregrinando.

El término turismo religioso es un término de nueva creación que fue acuñado en los últimos decenios. Puede que date del mismo período que el término turismo. Hay que preguntarse, sin embargo, si en épocas anteriores no existía ya este tipo de turismo que hoy en día viene definido como turismo religioso. Lo seguro es que antes no fue practicado por grandes masas. ¿Pero, a lo largo de la historia, no van apareciendo caminantes de varia índole que en sus peregrinaciones anhelaban conocer el mundo, satisfacer su curiosidad, tal vez más que alcanzar destinos religiosos?

Intentemos definir con más precisión los términos, sabiendo que esta definición sólo será un esbozo. Una peregrinación se define como un ''viaje que se emprende para llegar a un lugar considerado sagrado por la acción de Dios en él''. Este viaje se emprende por motivos religiosos y para realizar actos religiosos de penitencia o de devoción. Nace del deseo de ponerse en contacto con el Sacrum. El turismo religioso debe considerarse como un viaje turístico donde el elemento religioso constituye uno de los objetivos principales. A los motivos tradicionales para hacer turismo como el deseo de moverse, el descanso, la curiosidad para conocer un nuevo paisaje, para conocer a nuevas personas y el patrimonio cultural, se les añaden cualitativamente nuevos elementos.

El término turismo religioso no sólo ha empezado a introducirse en la terminología laica sino también en la eclesiástica. Este término se utilizó en el Directorio general para la pastoral del turismo publicado por la Sede Apostólica, es decir, en el documento principal para la actual pastoral. El texto original en latín utilizó el término turismus religiosus que viene a representar un neologismo latino especial. A este término se le añadió entre paréntesis el término peregrinatio. Un análisis más profundo de todo el documento no ayuda para distinguir entre los dos conceptos ni tampoco contribuye a definir con exactitud el turismo religioso.

Los Papas Pablo VI y Juan Pablo II definieron la peregrinación como una forma especial de hacer turismo. Tanto las afirmaciones de los Papas como el Directorio citado más arriba, no constituyen ninguna base para crear científicamente la definición de ambos conceptos. Tampoco pueden considerarse afirmaciones oficiales realizadas por parte de la Iglesia.

Un análisis más profundo del problema confirma los criterios básicos del término turismo religioso y permite diferenciarlo de la peregrinación. Lo que en definitiva diferencia un concepto de otro son los motivos que animan a emprender el viaje. El motivo de la peregrinación -y esto atañe no sólo al cristianismo- es sobre todo de carácter religioso. Es la llegada al lugar sagrado. Toda la peregrinación es un acto de culto y va unida a la oración, la penitencia y otras formas de culto que se practican durante el viaje y en el lugar sagrado (locus sacer). La peregrinación no excluye otros motivos, como la amistad con otros peregrinos, ver entornos interesantes y hasta experimentar aventuras, distracción y diversión. Según el parecer del geógrafo A. Jackowski, que se ocupó de este tema, el turismo religioso es animado en primer lugar por aspectos de conocimiento religioso o simplemente por aspectos de conocimiento. El lugar sagrado se visita durante el viaje, pero no se toma como destino final. Aunque participan con devoción a los actos de culto, al visitar un santuario o una iglesia, los turistas dan prioridad a las visitas de objetos pertenecientes a la cultura religiosa caracterizados también por un significado humano. I. Baumer, conocedor de las peregrinaciones, habla de ''dos líneas de significados'' del caminar. En las diferentes situaciones hay varios motivos que empujan hacia delante o que se compenetran. El significado principal que impregna la peregrinación es el ''significado religioso que se extiende también a otros ámbitos''. Pero también incluye otros deseos humanos que quieren convertirse en realidad.

En el IV Congreso Mundial de la Pastoral del Turismo, que tuvo lugar en Roma en 1990, se utilizó una formulación que difiere un poco del concepto que nos interesa. El documento final contiene el término ''turismo cultural con orientación religiosa'', es decir, viajes que se emprenden por motivos religiosos y culturales que llevan tanto a una ''relación con Dios como a una comprensión más profunda de la vida de los hombres, comunidad peregrinante en la tierra''. El turismo, entendido de esta manera, deberá contribuir al conocimiento del rico patrimonio cultural construido por toda la familia humana. Una parte esencial de esta riqueza es la religión que conduce el hombre hacia Dios. Impregnándose de los valores culturales, el turista encuentra, también, un camino que lo lleva a la realidad sobrenatural.

Para definir el turismo que nos interesa, algunos investigadores aplican el término turismo de estudio de la religión. J. Kosiewicz utilizó las siguientes formulaciones para diferenciar la peregrinación del turismo religioso: ''Turismo de estudio de la religión con un fuerte carácter religioso'' y ''turismo de estudio de la religión con carácter laico''. Sin discutir los principios de la definición, podemos afirmar que no es ésta la clase de turismo que nos interesa aquí. El turismo de estudio de la religión también lo pueden practicar personas no creyentes para las que el conocimiento de una religión, la visita de los lugares sagrados y los ritos se convierten en leitmotiv. En cambio, no revelan ningún tipo de relación personal con la religión. Este tipo de turismo también lo pueden practicar creyentes que siguen siendo investigadores fríos manifestando sus convicciones personales de su visión del mundo. Incluso lo pueden practicar creyentes que pertenecen a una religión y que visitan los lugares sagrados de otras religiones. Aunque respetan con toda su alma la diversidad, siguen ocupando la posición del observador.

¿Considerando las análisis y los hechos mencionados más arriba, podemos afirmar que el término turismo religioso tiene bases científicas? Lo cierto es que no está del todo privado de éstas. Pero habría que inclinarse más por la constatación de que el término no es tanto el resultado de unas reflexiones científicas, bien estructuradas, sino más bien el resultado de la observación de una determinada realidad existente. A menudo se nos presenta un tipo de peregrinación que reúne finalidades de conocimiento con finalidades religiosas. Las primeras, sin embargo, cobran más importancia que las segundas. Al parecer, éste es el signo de una necesidad especial del hombre que en su viaje turístico, junto al descanso y al conocimiento, deja aflorar motivos más profundos que alcanzan al alma humana. Realizando otros análisis conseguiremos fundamentar un poco más nuestra constatación.

Dificultades para la definición de los términos

Comparando la peregrinación con el turismo religioso se pone de manifiesto lo difícil que es en la práctica distinguir entre los dos conceptos. Una base objetiva para diferenciar un término de otro la constituye la intensidad de los elementos religiosos que caracteriza el viaje. En primer lugar, nos referimos a los objetivos principales del viaje. La peregrinación es el deseo de alcanzar el lugar sagrado, entendido como tal por el peregrino, la importancia de la presencia del sacrum, de la realidad sobrenatural. Es importante, también, el programa, repleto de un buen número de prácticas devotas, oraciones, celebraciones, etc.. Elemento esencial es la fe de los que participan en la peregrinación religiosa, su propia actitud religiosa. Pero es un factor subjetivo que no se puede medir en todos sus detalles. En una peregrinación muy devota, con un estricto programa religioso, pueden hallarse personas animadas por motivos extrareligiosos: motivos de conocimiento, el deseo de vivir nuevas impresiones, la compañía de otras personas, etc. Y al contrario, una excursión sencilla, cuyo programa incluye la visita de lugares sagrados, puede convertirse para muchos participantes en una experiencia profundamente religiosa.

Invirtiendo la pregunta, deberíamos interrogarnos si se puede dar por descontado el concepto de la 'peregrinación pura', caracterizada exclusivamente por actos religiosos (oración, celebraciones). Desde un punto de vista humano, psicológico, es preciso introducir alguna pausa en experiencias religiosas, que durante las peregrinaciones son de gran intensidad. El hombre sigue siendo hombre, animado por muy diferentes motivos. Incluso los peregrinos desean satisfacer su curiosidad humana, quieren conocer nuevos lugares, monumentos, hombres. El hombre necesita descansar, divertirse y reunirse con sus amigos. Las observaciones de la vida cotidiana de los peregrinos confirman esta constatación. Un ejemplo especial lo puede constituir una peregrinación de varios días, especialmente aquellas a pie. Las actividades de este tipo no impiden a los peregrinos seguir siendo peregrinos.

La sabiduría de muchos maestros de la vida espiritual indica que no siempre se puede vivir permanentemente una vida religiosa y de oración de gran intensidad. Es imprescindible hacer alguna pausa. Una carga demasiado alta puede producir un efecto contrario al deseado. El hombre requiere de higiene física, psíquica y espiritual. Esta última depende de la equilibrada concentración en acontecimientos muy sublimes y en otros más prosaicos.

Incluso los acontecimientos 'prosaicos' pueden convertirse en el camino que hay que recorrer para alcanzar valores más sublimes. Sentarse gozosamente alrededor de una mesa, de una hoguera, vivir una tarde agradable, ¿no sirve todo ello para formar la comunidad de los hermanos en Cristo? ¿No expresa el canto y el juego la alegría cristiana y la 'nueva cultura' evangélica?

Podemos seguir con nuestras reflexiones e intentar diferenciar el turismo religioso de una visita normal y corriente de una iglesia. Existen varios ejemplos. De nuevo es preciso repetir que depende mucho de la actitud con que las personas entran en un edificio sagrado. En el turismo religioso, se presupone que los participantes son personas creyentes que observan todo lo que les rodea desde el punto de vista de la religión y de la fe, que incluyen momentos de oración, de celebración y de meditación devota. Lo que cuenta no es exclusivamente hacer la señal de la cruz al entrar en la iglesia, arrodillarse y realizar ritos culturales. La visita consiste en la entrada del turista (o de un creyente) que quiere ver algo interesante en el lugar sagrado o que simplemente entra para pasar el rato en su paseo por el centro de la ciudad. Es precisamente para este tipo de turistas que se suelen colocar señales en las puertas de las iglesias, p.ej., una señal que prohibe entrar comiendo helados, que prohibe fumar o entrar con perros, que prohibe hablar en voz alta (!).

Incluso una tradicional visita de una iglesia tal y como lo definió el segundo Sínodo Plenario de Polonia, una excursión corriente, puede transformarse en una peregrinación. Una condición previa es que se prepare y organice muy bien. Mucho depende de la labor del guía o del sacristán del lugar sagrado; del profesor, guiando sus alumnos, que presenta con habilidad los valores principales del lugar. Más aún, que con el propio ejemplo testimonian el carácter sagrado del lugar.

Merece la pena indicar otro aspecto del tema en cuestión. El autor del presente artículo ha observado que muchas personas que hoy en día practican el turismo religioso, empezaron con el turismo 'laico'. Con el tiempo empezaron a conocer nuevos valores más profundos, animados por reflexiones personales, pero también empujados por los guías de la excursión. Estos últimos fueron capaces de transmitir la verdadera importancia espiritual y religiosa de los lugares visitados. El sacerdote que de vez en cuando participaba en las excursiones propuso rezar en la iglesia a visitar. El acercamiento al área sagrada determinó que las personas ya no se limitaran a visitar monumentos que nunca habían visto, sino que la visita se convirtió en un acto religioso. Todo ello necesitó de un largo proceso educativo.

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