miércoles, 3 de septiembre de 2008





En el mensaje dirigido a los jóvenes del mundo con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que se realizó en Sydney del 15 al 20 de julio del presente año sobre el tema: “Tendréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos” (Hechos 1,8), el Papa Benedicto XVI dijo en su mensaje:

“Muchos jóvenes miran su vida con aprensión y se plantean tantos interrogantes sobre su futuro. Ellos se preguntan preocupados: ¿Cómo insertarse en un mundo marcado por numerosas y graves injusticias y sufrimientos? ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que a veces parecen prevalecer? ¿Cómo dar sentido pleno a la vida? ¿Cómo contribuir para que los frutos del Espíritu, «amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí» (n. 6), inunden este mundo herido y frágil, el mundo de los jóvenes sobre todo?

Sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización». Con la fuerza de su Espíritu, Él infunde en nosotros la caridad divina, que nos hace capaces de amar al prójimo y prontos para a ponernos a su servicio. El Espíritu Santo ilumina, revelando a Cristo crucificado y resucitado, y nos indica el camino para asemejarnos más a Él, para ser precisamente «expresión e instrumento del amor que de Él emana» (Enc. Deus caritas est, 33)”.

Jovenes sean “Discípulos y Misioneros”, que se den la oportunidad de Conocer a éste Cristo, y una vez conocido, compartirlo. Anunciar el Evangelio y testimoniar la fe es hoy más necesario que nunca. Se necesitan discípulos de Cristo que no escatimen tiempo ni energía para servir al Evangelio. Se necesitan jóvenes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamamiento apremiante.

+ José Guadalupe Martín Rábago
I Arzobispo de León

No hay comentarios: