lunes, 16 de marzo de 2009


VALORES Y VIRTUDES
S. E. Mons. Ramón Benito De la Rosa y Carpio


LA CUARESMA


No es noticia de primera plana en los periódicos la Cuaresma, pero ocupa la primera plana en la vida de millones de hombres y mujeres cada año.

Algo ha de decirles esta práctica. Ningún ser humano vive unas ideas o actualiza un acontecimiento, si en él no encuentra valores, un pedazo de verdad, de bien o de belleza.

La Cuaresma tiene un sabor a austeridad. La austeridad es también una palabra que cobra mucha actualidad en tiempos de inflación. El mundo de hoy necesita una gran Cuaresma: una gran capacidad de control de sus bienes. Se despilfarra. Suenan trompetas clamando que se ahorre. Un país acostumbrado “al sabor cuaresmal” hubiera aceptado más fácilmente ese grito
La austeridad pedida en la Cuaresma a los creyentes denuncia la inflación, el despilfarro, la cómoda abundancia de bienes en manos de unos pocos frente a la carencia de la mayoría.

La Cuaresma es un tiempo de conversión, de cambio. Se debe rehacer el camino equivocado o erróneo. Caminos desviados en el orden personal, familiar o social. Una de las posibilidades dadas al hombre es la de poder enmendar sus pasos.
El cambio pedido en la Cuaresma denuncia toda conducta individual corrupta o viciosa, todo desorden familiar, toda injusticia o mal social. Y extiende de nuevo una invitación para que se acepte que algo no anda bien en el mundo y que son necesarios cambios.

La Cuaresma es una llamada a la solidaridad. Un mundo que se cierra sobre sí mismo no comprende esta palabra. Un hombre o una mujer que sólo recibe golpes de otros hombres o mujeres tiene dificultad en aceptar la dimensión humana del amor.
La solidaridad pedida en la Cuaresma y la actitud de compartir denuncia todo egoísmo personal o toda ideología o sistema que impide la finalidad primera de los bienes: su destino Universal.

La Cuaresma convoca a la práctica del ayuno y de la abstinencia. Muestra la necesidad del control en las comidas y en las bebidas y recuerda los efectos benéficos, físicos, psicológicos y espirituales de una disciplina o régimen alimenticio, que no sea necesariamente por razones médicas.
Cuando se practica el ayuno y la abstinencia, o dicho de otra manera, cuando se disciplina la alimentación de manera sistemática, se evita la obesidad (que es un mal de la época), se mejora la salud en todos los órdenes y no hay que acudir a médicos para que indique dietas o caminatas para rebajar el exceso de peso debido, en muchos casos, a la falta de control en las comidas. De ahí que: ayuna y ayuda con lo que ahorras en tus ayunos. Tendrás mejor salud y darás de comer a otros.

La Cuaresma coloca a cada hombre frente al absoluto, frente a Dios, en igual medida coloca a cada grupo humano frente a El. Ante esta perspectiva todo queda jerarquizado y cada cosa deberá ocupar el lugar que le corresponde.
El encuentro con un Dios personal pedido en la Cuaresma denuncia todo exceso. Denuncia cuando se ha hecho del placer, del poder o del dinero nuevos dioses, ídolos a quienes se rinde culto.

Se puede pasar junto a ella ignorándola o cerrando los oídos a su palabra, pero es indiscutible que cualquier aspecto del mensaje de la Cuaresma encierra siempre la denuncia de situaciones, males o desviaciones muy concretas y es una invitación a seguir valores y virtudes o volver a ellos, si se han dejado de lado.

Practicada por Moisés y Elías en tiempos del Antiguo Testamento y asumida por Cristo antes de comenzar su misión, la Cuaresma (que significa “cuarenta”, cuarenta días o cuarenta años) es una escuela que forja hombres e historia.

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