La Evangelización en América fue la acción misionera realizada bajo la dirección de los monarcas españoles en la América hispana, por concesión papal a través de diferentes bulas.
A partir de la llegada de las primeras noticias del descubrimiento de lo que sería dado en llamar Nuevo Mundo a cargo de Cristóbal Colón, los Reyes Católicos y sus sucesores comenzaron a recibir numerosas concesiones, relacionadas con el derecho de ocupación de las nuevas tierras y el dominio sobre sus habitantes, como una donación papal. El Papa, que tenía la potestad de entregar los territorios recién descubiertos a los príncipes cristianos, en función de este principio repartió el continente americano entre España y Portugal. Por lo tanto, desde 1493 y por medio de bulas como las Inter Caetera, Dudum Siquidem, Eximiae Devotionis, Universalis Eclesiae, Romanus Pontifex, Omnimoda, o Sublimis Deus, papas como Alejandro VI, Julio II o Adriano VI, al tiempo que les concedieron las tierras les encomendaron su evangelización.
Para poder llevar a cabo esta labor, la Corona adquirió el derecho a intervenir en numerosas competencias, que hasta ese momento eran exclusiva de la Iglesia católica: cobro de diezmos, capacidad para organizar la Iglesia de América y el envío de misioneros, presentación de candidatos a todos los cargos eclesiásticos y decisión sobre la construcción de catedrales e iglesias. Todas estas atribuciones se definieron con la constitución del Patronato Real y el Vicariato Regio, que convertían a la Corona española en protectora de la Iglesia y en ocasiones incluso en su supervisora, ya que se llegó a establecer la obligatoriedad de que el monarca diera el visto bueno a los documentos que el Vaticano destinaba a América. En 1568, se celebró en Madrid la Junta Magna, una especie de congreso misional, en el que se trataron numerosos temas relacionados con esta actividad.
A partir de la llegada de las primeras noticias del descubrimiento de lo que sería dado en llamar Nuevo Mundo a cargo de Cristóbal Colón, los Reyes Católicos y sus sucesores comenzaron a recibir numerosas concesiones, relacionadas con el derecho de ocupación de las nuevas tierras y el dominio sobre sus habitantes, como una donación papal. El Papa, que tenía la potestad de entregar los territorios recién descubiertos a los príncipes cristianos, en función de este principio repartió el continente americano entre España y Portugal. Por lo tanto, desde 1493 y por medio de bulas como las Inter Caetera, Dudum Siquidem, Eximiae Devotionis, Universalis Eclesiae, Romanus Pontifex, Omnimoda, o Sublimis Deus, papas como Alejandro VI, Julio II o Adriano VI, al tiempo que les concedieron las tierras les encomendaron su evangelización.
Para poder llevar a cabo esta labor, la Corona adquirió el derecho a intervenir en numerosas competencias, que hasta ese momento eran exclusiva de la Iglesia católica: cobro de diezmos, capacidad para organizar la Iglesia de América y el envío de misioneros, presentación de candidatos a todos los cargos eclesiásticos y decisión sobre la construcción de catedrales e iglesias. Todas estas atribuciones se definieron con la constitución del Patronato Real y el Vicariato Regio, que convertían a la Corona española en protectora de la Iglesia y en ocasiones incluso en su supervisora, ya que se llegó a establecer la obligatoriedad de que el monarca diera el visto bueno a los documentos que el Vaticano destinaba a América. En 1568, se celebró en Madrid la Junta Magna, una especie de congreso misional, en el que se trataron numerosos temas relacionados con esta actividad.
El instrumento más activo de la evangelización fue la entrega total de las órdenes mendicantes, a las que más tarde se unieron los jesuitas. Las primeras órdenes en llegar a América fueron las de los franciscanos, que se instalaron en la isla de La Española ya en 1500, y los mercedarios; en tanto que los primeros dominicos (Orden de Predicadores) lo hicieron a partir de 1510. Los franciscanos fueron también los primeros en llegar al continente (Tierra Firme), en 1524, distribuyéndose rápidamente por el virreinato de Nueva España y pasando a los territorios que constituirían el virreinato del Perú a partir de 1541. En 1533, se incorporaron los agustinos y en 1572 los jesuitas. Su actividad se iniciaba con la misma conquista militar y continuaba posteriormente dirigiéndose a toda la población indígena para su cristianización.
Los misioneros se vieron en la necesidad de aprender muchas lenguas indígenas para poder transmitir su mensaje a una población numerosa y perteneciente a múltiples culturas, que se encontraba dispersa en un continente extraordinariamente extenso. La fundación de pueblos de indios y de reducciones, en los que se concentró a la mayor parte de la población indígena, facilitó la labor de adoctrinamiento y la administración de los sacramentos a grandes masas de conversos, aunque siempre estuvo presente la pervivencia de la idolatría, con importantes rebrotes a lo largo de los tres siglos de la vida colonial en múltiples poblaciones; para evitarla se destruyeron numerosos objetos de culto y símbolos relacionados con las religiones autóctonas, pero en muchos casos pervivieron numerosos ritos indígenas a través de manifestaciones externas cristianas.
Otra fórmula empleada para la cristianización de los indios fue la conocida como doctrina; se trataba del compromiso adquirido por el conquistador para que fueran evangelizados (adoctrinados) todos los indígenas que le habían correspondido en sus repartimientos; los niños debían recibir las enseñanzas religiosas todos los días y los adultos tres días a la semana. El convento fue el centro neurálgico de la evangelización y en torno a él se configuraron numerosas poblaciones. En él atendían los religiosos a las necesidades espirituales de los nuevos cristianos al mismo tiempo que a las materiales, ya que junto a las dependencias de culto y habitación de los frailes, disponían de enfermerías, escuelas y talleres. Los mismos misioneros desempeñaron un importante papel en la aculturación del indígena, al poner un especial empeño en su incorporación a las actividades artesanales de tradición europea, como parte destacada de su educación. La escuela de San José de los Naturales, creada por los franciscanos en México, o las organizadas por el obispo Vasco de Quiroga en Pátzcuaro (Michoacán) son una constante referencia para comprender diferentes proyectos de vida para el indígena a partir de su incorporación al cristianismo. En ellos están presentes muchas de las ideas procedentes de los movimientos utópicos de la edad media y del renacimiento, que encontraron en América un terreno propicio para su puesta en práctica.
A los misioneros también les correspondió actuar como defensores de los indígenas frente al abuso de los encomenderos y los funcionarios, a los que recordaron continuamente que éstos eran sus iguales ante Dios. En 1511, el fraile dominico Antonio de Montesinos abrió la puerta a cientos de denuncias contra los malos tratos dados a los indios, al hacerlos públicos por medio de un sermón, cuya resonancia llegó hasta España. Para una parte importante del clero la evangelización era la única justificación de la presencia española en América y era deber de los monarcas españoles dedicar todo su esfuerzo a cristianizarlos. La discusión sobre este tema trascendental tuvo en fray Bartolomé de Las Casas, Juan Ginés de Sepúlveda y Francisco de Vitoria a sus figuras más destacadas; ellos desarrollaron a través de sus escritos un conjunto de doctrinas en las que se apoyaba la legitimación de la conquista desde diferentes perspectivas.
Descubrimiento de América
El "Descubrimiento de América" o "Encuentro de dos Mundos" (como dio por llamarse a este suceso con motivo del quinto centenario de la hazaña lograda por el navegante genovés Cristóbal Colón al mando de las tres carabelas la Niña, la Pinta y la Santa María), es y ha sido uno de los acontecimientos más importantes de los últimos siglos porque cambió el rumbo de la historia.
A continuación, una breve reseña de los principales acontecimientos que antecedieron y sucedieron a este importante evento:A fines del siglo XV, el mundo se hallaba circunscripto a solo tres continentes: Europa, Asia y África.
A continuación, una breve reseña de los principales acontecimientos que antecedieron y sucedieron a este importante evento:A fines del siglo XV, el mundo se hallaba circunscripto a solo tres continentes: Europa, Asia y África.
El estado de adelanto en que se hallaba la ciencia geográfica, la náutica, la cartografía, las construcciones navales y los descubrimientos marítimos en el último tercio del siglo XV, coincidió en España con la conquista de Granada, último reducto de la dominación árabe, y la consecución definitiva de la unidad territorial y política, realizada por los Reyes Católicos. Luego de ocho siglos de lucha, la Reconquista remataba su triunfo con la expulsión del último rey Moro. Creadas las condiciones de un Estado vigoroso y consolidada la Reconquista material y espiritual, pudo romperse el cerco en que Portugal había querido encerrar a Castilla, y España se lanzó a las grandes empresas marítimas de la ruta del Occidente. El supremo artífice de estos últimos acontecimientos fue el aún hoy misterioso personaje llamado Cristóbal Colón. Navegante experimentado, en uno de sus viajes, luego de un percance, llega de insólita manera a Portugal. Concibió ahí su proyecto de navegar hacia el occidente. Propuso al Rey de Portugal, Juan II que se lo patrocinara, pero los altos dignatarios de la corte de Lisboa juzgaron y rechazaron su idea por falta de interés.
Luego de casi un año y medio de espera, en 1491, vuelve a tocar las puertas de La Rábida, y el Fray Juan Pérez, envió una carta a la reina Isabel donde proponía que se prestase atención a Colón en sus propuestas.
Con la aceptación de los Reyes, el 17 de abril de 1492 se firmaron en el campamento de Granada las históricas Capitulaciones de Santa Fe, en donde se concedía a Colón, el Almirantazgo de la Mar, el virreinato y gobierno de las tierras que se descubrieran, la justicia en los pleitos que se suscitasen, la quinta parte de las mercancías y la décima de los metales que se extrajeran. Además se le reconocía como socio de la Corona y se le autorizaba a pagar los gastos de la expedición con la octava parte.
Colón se dispuso rápidamente a preparar el viaje de las tres naves que se le habían concedido. La ayuda de los hermanos Pinzón fue decisiva. Como el Almirante, asociado de la Corona carecía de fondos, Martín Alonso Pinzón, vecino de Palos, se los facilitó. A Martín Alonso le acompañaron sus dos hermanos: Vicente Yáñez, que honró su apellido como explorador más adelante, y Francisco Martín. Iban también con ellos Diego Martín Pinzón, el Viejo, con sus hijos Bartolomé Martín y Arias Martín. El prestigio de estos nombres hizo que se enrolasen numerosos marineros. En la expedición de los 6 Pinzones, figura también el cántabro Juan de la Cosa, uno de los descubridores más famosos, y el primero de los cartógrados de América, propietario y maestre de la Santa María.
De las tres embarcaciones, sólo la Santa María fue contratada. Las dos carabelas Pinta y Niña iban por embargo. La Santa María era nao y no carabela; La Niña, aunque del mismo tipo, tenía la vela redonda; la Pinta sólo conservó su aparejo latino hasta Canarias. Allí se cerró el ciclo histórico de la carabela, aunque subsistió el nombre para hacerse inmortal.
El 3 de agosto de 1492, partió la primera expedición con rumbo a las Islas Canarias, desde el puerto de Palos de Moguer. Navegaron en alta mar y se interpusieron a las tempestades y percances que pudieran dar luz en el camino.
El 3 de agosto de 1492, partió la primera expedición con rumbo a las Islas Canarias, desde el puerto de Palos de Moguer. Navegaron en alta mar y se interpusieron a las tempestades y percances que pudieran dar luz en el camino.
En la noche del 11 al 12 de Octubre, Colón y el marinero Pedro Gutiérrez divisaron una luz; en la madrugada siguiente, desde la Pinta, otro marinero: Juan Rodríguez de Triana, conocido luego como Rodrigo de Triana lanzó el ansiado grito de ¡Tierra!, primer anuncio del portentoso hecho: América había sido descubierta.
Colón creyó arribar la India, porque nunca pensó que existía un continente interpuesto entre Europa y Asia. Luego de los descubrimientos, Colón regresó a España para volver con más preparación para explorar, denominar y poblar las tierras. Lo que se conoce como colonización.
El Día de la Raza se denomina al 12 de Octubre en conmemoración al descubrimiento de América. Significó una nueva era en la antigua, un gran paso para la humanidad y el nacimiento de una nueva raza, la mestiza, que fue la fusión de españoles e indios.
Recordamos siempre esta aventura lanzada por el enigmático Colón, de quien hasta hoy día, se tienen dudas de su origen, pero se tiene guardada históricamente su hazaña: la de completar la faz de la tierra y mostrar al mundo, lo que antes faltábale descubrir.
Colón creyó arribar la India, porque nunca pensó que existía un continente interpuesto entre Europa y Asia. Luego de los descubrimientos, Colón regresó a España para volver con más preparación para explorar, denominar y poblar las tierras. Lo que se conoce como colonización.
El Día de la Raza se denomina al 12 de Octubre en conmemoración al descubrimiento de América. Significó una nueva era en la antigua, un gran paso para la humanidad y el nacimiento de una nueva raza, la mestiza, que fue la fusión de españoles e indios.
Recordamos siempre esta aventura lanzada por el enigmático Colón, de quien hasta hoy día, se tienen dudas de su origen, pero se tiene guardada históricamente su hazaña: la de completar la faz de la tierra y mostrar al mundo, lo que antes faltábale descubrir.
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